¿Cómo se construye una pista de aterrizaje?

La construcción de una pista de aterrizaje no es algo sencillo y tienen en sus manos la seguridad de millones de personas.

 

La infraestructura aeroportuaria de un país es signo inequívoco de su nivel de desarrollo e interrelación con el resto del mundo; parte medular de tal infraestructura es la calidad de las pistas de aterrizaje cuya prioridad es la seguridad.

 

La importancia de la pista de aterrizaje bien construida influye en la seguridad del personal que la usa, en la conservación de la aeronave y en la economía de operación y mantenimiento de un aeropuerto. La vida útil de una pista aérea de despegue y aterrizaje bien ejecutada puede llegar hasta los 30 años en buenas condiciones y extenderse hasta por 15 más con un moderado mantenimiento.

 

Para lograr pistas de aterrizaje adecuadas según los estrictos estándares de calidad internacionales regidos por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y por la Dirección General de Aeropuertos Coordinados (DGAC), tienen lugar una serie de estudios previos que incluyen el de mecánica de suelos para saber sobre qué tipo de terreno se va a trabajar y, en consecuencia, el tratamiento idóneo, ya que no es lo mismo calcular la resistencia de una pista sobre un terreno rocoso, que sobre uno arcilloso, de terraplén u otro.

 

Asimismo, se realizan estudios geohidrológicos para saber la cantidad de agua contenida en el subsuelo, así como para detectar la presencia de posibles cárcavas que pusieran en riesgo la estabilidad de la cimentación, ocasionando fracturas al no ser rellenadas.

 

Aunado a esto se realizan análisis meteorológicos que arrojan información sobre el espesor de la niebla, tipo de vientos del lugar, su fuerza y orientación, valores a considerar al momento de ubicar la pista.  

 

Las pistas se construyen de tal manera que se adapten de forma óptima a los vientos predominantes en el lugar. Tanto para despegar como para aterrizar es deseable que el viento sople de frente, ya que con ello disminuye la longitud de pista requerida.

 

También se efectúan estudios geográficos para identificar la presencia de obstáculos visuales de tipo natural como elevaciones del terreno o vegetación. Acto seguido tiene lugar el proyecto de obra; éste contempla la capacidad y tamaño de las naves que utilizarán la pista así como la frecuencia de los despegues y aterrizajes esperados. 

 

El segundo dato importante es la capacidad portante del terreno natural sobre el que será desplantada la pista, a partir de lo cual es diseñada la estructura de soporte de las losas de concreto sobre las cuales se edificará la superficie de rodamiento y, finalmente, la capacidad estructural, que integra en su conjunto todo el pavimento. La capacidad portante es la que determina de qué espesor serán las losas de concreto de la superficie de rodamiento. 

 

Posteriormente, se inicia el trabajo con el despalme del terreno, dejándolo totalmente limpio de materia vegetal; se excavan aproximadamente 20 a 30 cm y se coloca la capa subrasante realizada con material granular extraído de bancos aledaños a la región. Esta capa que es la que da el nivel de la pista, tiene un espesor de uno y medio a dos metros; sigue la sub base compuesta por material que mantiene el agua alejada de la estructura del pavimento. El material debe ser fácil a la compactación; generalmente consiste en tepetate o arcillas con un espesor de hasta 30 cm. Continúa la base de aproximadamente 15 cm de espesor compuesta por cemento y finalmente el tendido de la carpeta cuyo espesor varía de acuerdo con la resistencia requerida, pero generalmente es de 40 cm. Es usual que las cabeceras de las pistas lleguen a tener hasta 48 cm.

 

El grosor de la base de la pista depende del tipo y tamaño de los aviones que la utilizarán. Así, por ejemplo, las pistas destinadas a los grandes aviones requieren una base extremadamente gruesa (entre 3 y 5 m aproximadamente) resistente para soportar el peso elevado de tales aparatos.

 

Las dimensiones de las pistas de aterrizaje y despegue varían también según los modelos de aviones que las utilizan. Los grandes aeropuertos disponen generalmente de una o varias pistas con una longitud de hasta 3 kilómetros.

 

Los grandes aviones, con plena carga de combustible y de pasajeros, como el Boeing 747 o el Airbus 340 requieren de pistas de al menos 2.5 km para despegar y para aterrizar de forma segura. Por el contrario, aviones de pasajeros pequeños necesitan pistas que no superan un kilómetro.

 

Construir una pista de aterrizaje es algo serio porque de ello depende la seguridad de los usuarios y en VISE estamos orgullosos de ser parte de la construcción de las pistas del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Con una de las mejores constructoras del país, sin importar el reto #TodoEsPosible

 

Fuente: Pasión por volar, UNAM.

 

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